viernes, 29 de marzo de 2013

Me robaba de tu piel mis puños apretados...


Reina en tu ignorancia, en tus sudores
ya mujer, apenas, a voces.

Me robaba de tu piel mis puños apretados
de tu torso espacios, transparencia
de tu cadera centímetros de luz
de tu cuerpo, esas fronteras
de tu olor fugacidad y prisas.

Retorciéndome a horas fijas
pa' acabar de convencerme
cochecitos de traición.

El caso es que a puntillas del delito
con el precio del boleto a los infiernos
siendo horca lo que impide la caída
te destrocé memorias, solo un poco (sólo un poco)
por la falta de sentido, por patear el discurso
a conmoverme por tu miedo.

Y fuiste mujer agradeciendo.

Y ni siquiera fue tan grave.
Y ni siquiera tú me lo esperabas.
Fue tributo mi sentencia
y tu respuesta orgasmo en el planeta de lo imbécil.

Y enlodé de arcoiris tus candados del futuro
convenciéndome a empujones
que culpable me redimo.

Lágrimas después tendrá sentido
sonreirás o no, pero a la inversa
la verdad.

Te sabrás valiosa pero tarde
llegando a mi rebeldía a deshoras.

Valdrá la pena.

Hoy no sé.

Reina en terremotos.
Reina en cargas que no son tuyas.
Reina, gracias.
Reina mis torcidas intenciones 
y mis ganas, casi avión de papel.
Reina es verbo
que de sabroso llenó mi noche
y de monstruos las paredes.

Poca certeza
clara y tanto:

Que te penetré hasta la historia.
Que delicias hasta el miedo.
Que supiste a vida no pospuesta.
Que me temblaste a guiño de sorpresa.
Que te amé de absurdo hasta el alivio.

Reina, dama que venero
Reina, virgen en quien creo.

Abril y mayo de 2012.

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