decantando en vicios ligeros
al paso de una culpa que roe,
despacito.
Maldiciendo
para no exponerme sobrio
ni muy limpio,
candidato a doce dientes.
No es mi culpa
que por pura envidia en flor
ni los gritos de mi infancia se demuden.
No es normal, al fin y al cabo,
que la madre de los cuervos masque el fondo,
empedrada la vergüenza en las encías.
Septiembre de 2014.
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