Oído en un supermercado para clase media alta:
-¿Y ustedes ya se vacunaron?
-Sííí, yaaa. Nos fuimos a quedar a la casa que N tiene en X y al otro día nos pusieron la vacuna. Muy a gusto.
- Qué rico. Ay, es que eso de no traigan la vacuna todavía aquí, muy mal...
- Por eso, a votar en julio.
- Claaaaaro.
No puedo dejar de pensar que toda vacuna puesta a un leonés privilegiado en otro municipio, es una vacuna menos en ese municipio. Entiendo la impaciencia, pero luego ver a esa gente muy quitada de la pena en misa o hablando de ética... Qué fácil vencen los apetitos a la solidaridad entre la gente “crítica”.
Los problemas logísticos de la vacunación COVID en México son una aspecto del problema, se están documentando y, espero, denunciando por los medios adecuados.
La decisión de gente de clase media alta que presume su catolicismo, que habla de ética, que trasluce un clasismo humillante en sus posiciones políticas, de ir a vacunarse a un municipio que tiene menos acceso a servicios de salud que nuestra ciudad, ¿en qué se distingue de “desperdicio el agua porque la pago”, “me estaciono en la rampa para capacidades diferentes porque no hay nadie”, “le ordeno a mi contador evadir impuestos porque los políticos se los roban”, “desvío recursos porque no ejercí el presupuesto”? Es una postura moral heterónoma, es decir, poco adulta y muy dañina.