lunes, 4 de febrero de 2019

Nuestra divina bandera hecha jirones


(Esto no tiene que ver con fútbol americano).

Hace muchos años que no me considero patriota. Entiendo el patriotismo como un fetiche del s. XIX que nos impide ver que tanto la pobreza, el abuso y el sufrimiento como la compasión, la liberación y la justicia son trasnacionales. Quizá defendería, con el maestro Pacheco, algunos olores, ciertas piedras, muchos guisados y a muchas personas...

Pero hay un par de aguijones en el documental "Patria", de Paco Ignacio Taibo II, referido a la intervención francesa de hace 160 años, que me pican la nuca, la quijada.

Taibo enumera con precisión las huestes del ejército francés. Comandante, generales, oficiales, tropa, caballos, piezas de artillería. Lo pinta como una máquina de guerra buen engrasada y bien fogueada, sin parangón en el s. XIX, un mal agüero de derrotas aplastantes.

Pero señala, escueto: "una cosa es contar con el mejor ejército del mundo y otra es ponerlo en México".

Posteriormente, Taibo cita a Guillermo Prieto ante la invasión inminente. No me extrañaría que Churchill lo hubiese conocido para su célebre arenga "We shall fight on the beaches" (los fans de Iron Maiden sabrán a qué me refiero): "Fe en el porvenir, porque los pueblos son invencibles... Si se toma un fuerte, quedarán los otros fuertes, los claustros, los cementerios, los patios, las torres de las iglesias, las celdas. En cada pieza se hace un castillo; en cada puerta, una muralla. Después, todas las aldeas. Y si esto se perdiera, las cavernas, las montañas. Y cuando todo ello se haya perdido, tendremos todavía por patria las tumbas, y por sudario, nuestra divina bandera hecha jirones".

El trabajo de Alejandra Guillén y Diego Petersen publicado por El País* sobre jóvenes privados de su libertad trabajando forzadamente para cárteles del crimen organizado me desespera.

¿Qué pasa cuando el enemigo también come tacos de prensado con salsa verde, escucha la misma música y gusta de la misma comedia? ¿Cuando también creció en la misma colonia, con la misma hambre y el mismo horizonte? ¿Cuando comparte apellidos, cuando también vio las mismas caricaturas, cuando se defiende con los mismos albures? ¿Qué pasa cuando el enemigo es, ¡como pinches simpre en la puta historia!, carne de cañón?

¿Vamos a acabar desangrándonos a ojos cerrados, pues? ¿A tímpanos rotos, a corazones secos?

¿Nuestra divina bandera hecha jirones?