Dos de la tarde. La jornada matutina de trabajo acaba.
Me dispongo a salir rumbo a mi casa. Al verme sobre la bicicleta, una compañera me advierte: "Cuídate, no te vayan a atropellar".
Ácido, reparo: "Pues cuídenos ustedes los automovilistas".
Ya a la defensiva, ella: "Hay ciclistas muy imprudentes y estorbosos".
Y yo que pensaba que a la vía pública teníamos derecho todos. Y que un automóvil tiene un poco más potencia destructiva que una bicicleta. Y que las bicicletas estorban menos que los coches.
El aparentemente inocente y empático comentario revela tanto de idiosincrasia y de prejuicios como salir en la portada de la sección de sociales.
Por si las moscas, me cuido. No vaya yo a convertirme en "atropellado de conciencia".